lunes, 9 de marzo de 2009

Y no puede parar.


Mi amigo no podía parar de llorar. Habían pasado ya seis meses sin recibir respuesta alguna, y tenía al fin la carta en sus manos.

Temblando, la abría lentamente, sus ojos brillosos revalsaban tímidas lágrimas que se acercaban al suelo más rápido.

Fueron veinte segudos en los que no sabía si atreverme a pronunciar consuelos o mejor callar en los protocolos...

Cuando el cielo fue observado por mi compañero mientras apretaba el texto contra su pecho, me dijo: "Está vivo"...

"¿Dónde está? le pregunté.

"Está a la vuelta de la esquina..."

1 comentario:

Esteban. dijo...

Hay cosas que no se rompen.
Y otras tantas que no se olvidan.

Saludos David.